El Educador Teatrero

Thursday, August 16, 2007

Parábola del Palacio de José Luis Borges

Parábola del Palacio de Jorge Luis Borges
Adaptación Teatral de Teddy Alexis Rodríguez


El escenario se encuentra en serena quietud, mientras un cenital amarillo mostaza se enciende bañando en lado izquierdo de este. Un joven y atractivo emperador se encuentra de pie sin mover ni un músculo de su cuerpo. Esta vestido con mero pedazo de tela que brilla con la intensidad de diez soles, empedrado con un mosaico de colores. Justo al lado del emperador hay arbustos con hojas hechas de espejos translucientes de color verde. En el fondo se ve la noche con la espectacular vista de tres lunas violetas que revolucionan alrededor del planeta. En el lado derecho del escenario justo a lado del la luna llamada Tortuga, que esta en cuarto menguante, esta parado en una pequeña y rota plataforma un poeta. Este viste solo un pantalón negro con una bufanda de amarilla mostaza. El triste poeta saca de su pantalón pequeños pedazos de tela que tira en el suelo lentamente, uno naranja, amarillo, verde, azul, violeta y finalmente uno rojo.

Emperador: La historia del hombre que impregnó todo mi palacio con su poesía no es una fácil de contar. Muchos resplandecientes ríos atravesaron en canoas de sándalo, o un solo río muchas veces y una mañana divisaron desde una torre un hombre de piedra, que luego se les perdió para siempre.

Ambos se miran intensamente, el poeta sucumbe ante el estatus del emperador y mira hacia el suelo, y se sienta al borde de la plataforma.

Dicen que hubo un poema que hizo que el verdugo tuviera que decapitarlo. ¿El texto? Se ha perdido en las garras de tiempo. Ahora se ha disminuido a un mero rumor, hay quienes entienden que constaba de un verso; otros, de una sola palabra. Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en él desde el interminable pasado.

El emperador y el poeta bailan Waltz al ritmo delicado de la música instrumental de la canción “Shall we Dance”.

Hay otra versiones de esta historia, ya que en el mundo no puede haber dos cosas iguales; dicen, que bastó que el poeta pronunciara el poema para que desapareciera el palacio, como abolido y fulminado por la última sílaba. Tales leyendas, claro está, no pasan de ser ficciones literarias. El poeta era esclavo mío y murió como tal; su composición cayó en el olvido porque merecía el olvido y sus descendientes buscan aún, y no encontrarán, la palabra del universo. Aunque la inmortalidad es mi amiga y la juventud todavía corre por mis venas, cada vez que me acerco a este lugar siento la presencia de su ya olvidadas palabras.

El poeta cae al suelo sujetando el pañuelo rojo.

¡Me has arrebatado el palacio!

-Fin-

0 Comments:

Post a Comment

<< Home